El Prometeo de Goethe (1774) Inicio del Sturm und Drang
¡Cubre tu cielo, Zeus,
                     con neblina! 
                     Y ejercítate 
                     sobre robles y alturas montañosas, 
                     como un joven que descabeza cardos! 
                     Pero a esta tierra mía 
                     has de dejármela intacta,
                     y a mi cabaña, 
                     que tú no construiste, 
                     y a mi lar, 
                     por cuya lumbre 
                     tú me envidias.
No conozco nada más pobre 
                     bajo el sol que vosotros los dioses. 
                     Con tributo de ofrendas 
                     y sahumerio de plegarias 
                     alimentáis mezquinamente 
                     vuestra majestad, 
                     y pareceríais, si no fueran 
                     niños y mendigos 
                     esperanzados necios.
Cuando, siendo un niño, 
                     se me derrumbó el mundo,
                     mis ojos extraviados se volvieron 
                     hacia el sol como si arriba hubiese 
                     un oído para escuchar mi queja,
                     un corazón como el mío 
                     para apiadarse del oprimido.
¿Quién me socorrió frente a la soberbia                      de los Titanes? 
                     ¿Quién me libró de la muerte y de la                      esclavitud? 
                     ¿No fuiste tú, sagrado corazón ardiente,                      
                     quien realizó todo por sí mismo?
                     Y joven y bueno, defraudado, 
                     ¿te inflamaste de gratitud por la ayuda 
                     de quien dormía allá arriba?
¿Yo honrarte a ti? ¿Porqué? 
                     ¿Cuándo aliviaste las penas del agobiado? 
                     ¿Cuándo enjugaste las lágrimas del atemorizado?                      
                     ¿No me forjaron como hombre 
                     el Tiempo todopoderoso y el eterno Destino, 
                     mis señores y los tuyos?
¿Acaso imaginaste 
                     que habría de odiar la vida 
                     o huir a los desiertos 
                     porque no todos los sueños granados 
                     de mi adolescente aurora maduraron?
Heme aquí: moldeo hombres 
                     a mi imagen, 
                     una estirpe que se me parezca, 
                     que sufra, llore, 
                     disfrute y se alboroce, 
                     y que a ti no te respete, 
                     como yo.
 
       
		
0 comentarios