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Mujer y Ciencia

El desarrollo regional como impulsor de la innovación*

Danuta Hübner, Comisaria europea responsable de Política Regional ha declarado que el
auge de la innovación europea está intrínsicamente unido al rendimiento regional. Ante
los asistentes a la conferencia "Regions for Economic Change" (Las regiones, por el
cambio económico), la Comisaria afirmó que hay indicios que apuntan a que Europa se
está convirtiendo en líder mundial en innovación.

FUENTE | CORDIS: Servicio de Información en I+D Comunitario <http://www.cordis.lu>

Estudios recientes indican que el 29% de las 2.000 empresas líderes mundiales son
europeas, cifra que en términos generales se corresponde con el 30% del PIB mundial. El
último cuadro de indicadores de la innovación europea de 2006 constata la continua
reducción de la brecha en materia de innovación entre Europa y EE.UU. Esta tendencia se
viene produciendo desde 2002 y la reducción es ahora aproximadamente la mitad de lo que
fuera en su día. Los Estados miembros de la UE, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Alemania
son cuatro de los seis principales países que lideran el mundo en innovación.

Según la Comisaria, gran parte del éxito está intrínsicamente relacionado con el
rendimiento regional y puso el ejemplo de Uusima, Estocolmo y Hamburgo, regiones que
encabezan la clasificación del Índice Europeo de Competitividad Regional. "Es
interesante considerar que no son casos aislados ya que la mayoría de las regiones de
los países que lideran el cuadro de indicadores de la innovación tienen un óptimo
rendimiento en competitividad regional".

De esta forma cree que se confirma la opinión de que la competitividad requiere de la
modernización y el desarrollo económico de todas las regiones. "Aún más importante es
que viene a demostrar también que la competitividad no es un juego de suma cero que
establece una relación basada en el traspaso de una cantidad limitada de recursos de una
región a otra. Todas las regiones pueden ganar aquí", añadió la Sra. Hübner.

La Comisaria está satisfecha por el hecho de que los Estados miembros hayan convertido
la innovación y los Objetivos de Lisboa en el principio rector de sus respectivas
políticas de cohesión. Se calcula que de los 350.000 millones de euros que recibe la
política regional 200.000 millones se destinan a áreas que la Estrategia de Lisboa
identifica como impulsores clave del crecimiento, la competitividad y el empleo.

De esta cifra, unos 40.000 millones de euros, más del 10% del total, se invertirán
sólo en innovación, investigación y desarrollo. La Comisaria quiso destacar "que la
intención de la Comisión es, que por medio de esta aportación, se puedan explotar las
sinergias entre otras políticas europeas orientadas a la investigación y el desarrollo"
y anunció la publicación en junio de una Comunicación de la Comisión con más
directrices concretas sobre este tema.

La innovación y el crecimiento son también conceptos centrales de la Iniciativa "Las
regiones, por el cambio económico", que estará en marcha durante el periodo 2007-2013 y
con la que se pretende impulsar la innovación mediante la asociación sólida de todas
las regiones europeas, ayudándoles a que obtengan beneficios de las experiencias y
mejores prácticas.

"Si bien las relaciones son importantes para el desarrollo económico basado en la
innovación es evidente que hay que orientar la política regional hacia el enfoque
basado en la creación de redes y la cooperación", apuntó la Sra. Hübner.

"La economía moderna nos enseña que ante la escasez de recursos, la cooperación pasa a
ser una necesidad competitiva ya que existe una relación fundamental entre la confianza
y el éxito económico", concluyó la Comisaria.

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*Mujeres y ciencia: discriminación y excelencia*

Hace unos días tuvimos la oportunidad de celebrar los logros de las mujeres
trabajadoras, y a este respecto me gustaría plantear una pregunta que considero muy
relevante. Las políticas de discriminación positiva, para promover la igualdad de
hombres y mujeres, ¿son compatibles con una adecuada política científica basada en
criterios de mérito y excelencia académica?

FUENTE | El País-Futuro <http://www.elpais.es/suple/futuro/>     *Autor:*   Miguel A.
Quintanilla Fisac (Secretario de Estado de Universidades e Investigación)

Mi respuesta es "sí". Pero seguramente lo que pueda extrañar es que me atreva a
plantear la cuestión que, sin embargo, surge continuamente cuando se diseñan políticas
de promoción de la igualdad en contextos que se rigen por normas y criterios acordes con
sistemas jerarquizados o estructuras meritocráticas, como la Ciencia. Ya no es
políticamente correcto argumentar en contra de las medidas de discriminación positiva,
en lugar de ello, más sutilmente, se argumenta a favor de un compromiso entre lo que se
debe hacer para cumplir con las imposiciones de lo políticamente correcto y lo que en
todo caso habría que intentar para conseguir la excelencia. De este modo, la respuesta
tranquilizadora a la pregunta-provocación sería: "Las políticas de igualdad son
incompatibles con una adecuada política científica, porque son incompatibles con el
dominio exclusivo de los criterios de excelencia académica, pero si nos esforzamos
todos, podemos llegar a un compromiso".

Hay otra respuesta posible, aparentemente más radical, aunque no es más que la
consecuencia lógica de la anterior. En realidad, una vez que hemos renunciado a la
inviolabilidad del criterio de excelencia, ¿por qué vamos a establecer ningún
compromiso? Mejor echamos por la borda el propio criterio de excelencia académica y
reivindicamos otro tipo de política científica. En el fondo, estaríamos ante una
especie de revival de la vieja polémica ciencia burguesa / ciencia proletaria. Puesto
que la meritocracia científica es incompatible con la igualdad y ésta es irrenunciable,
renunciemos a aquélla y definamos un nuevo modelo.

Me parece que ambas respuestas son erróneas y perniciosas. Erróneas porque parten de un
prejuicio compartido, que es la identificación de la igualdad o la equidad en la
distribución de oportunidades con la inexistencia de estructuras jerárquicas o
meritocráticas. Y perniciosas porque con la pretensión de reforzar el valor de las
políticas de igualdad, en realidad abocan a la reivindicación de la diferencia, algo
perfectamente legítimo pero que, en relación con la cuestión planteada, supone de
hecho una renuncia al objetivo inicial.

Creo que puede ser útil en este punto recuperar una vieja distinción entre desigualdad
y dominación de la filosofía política de tradición republicana. No todas las
desigualdades son injustas, desde luego sí lo son si conllevan asimetrías de poder y
relaciones de dominación. Una de estas estructuras sociales de carácter asimétrico es
la Ciencia. Hay razones para ello, bien documentadas por los sociólogos. Recordemos los
estudios de Merton sobre el reconocimiento del mérito en las comunidades científicas y
el llamado efecto Mateo en la distribución del reconocimiento social: "El que tiene
mucho recibirá mucho más, el que tienen poco hasta lo poco que tiene lo perderá".

El problema de estas estructuras meritocráticas no es que existan, sino que se produzcan
como consecuencia de mecanismos de discriminación y se asienten sobre relaciones de
dominación. Que haya diferencias entre maestro y discípulo no es disfuncional ni
injusto, pero que el maestro abuse del discípulo, o se aproveche de su trabajo en
detrimento del mérito ajeno, es inmoral y pernicioso para el sistema científico.

Ahora bien, ¿por qué ocurre precisamente que las diferencias jerárquicas se vean
sistemáticamente dobladas por desigualdades sociales como las de sexo, etnia, clase
social, etcétera? Éste es el caso de la posición de las mujeres en el sistema
científico. En la base del sistema hay un elevado grado de igualdad (igual número de
mujeres que de hombres en el sistema universitario, por ejemplo). Pero a medida que se
asciende en la estructura jerárquica, la proporción de mujeres desciende inexorablemente.

Hay mecanismos sociales que explican esta situación. Supongamos que, por razones
culturales o por simple inercia social, se produce de hecho un ligero sesgo en la
selección de candidatos o candidatas en el primer escalón de una estructura
jerárquica. Aun admitiendo que el sesgo es muy pequeño, a medida que éste se hereda en
los siguientes escalones y que en ellos las opciones disponibles se van reduciendo, el
efecto acumulativo de la discriminación pronto arrojará un resultado alarmante.

La forma de luchar contra la acumulación de esas desigualdades a lo largo de la escala
jerárquica es compensar el sesgo discriminatorio con medidas de discriminación
alternativa. Este tipo de medidas no atentan contra los criterios de excelencia
científica. No se trata de abolir el mérito para la promoción de mujeres, sino de
evitar que la aplicación de ese criterio se vea dificultada por la existencia de sesgos
previos.

Algunas de las medidas que estamos poniendo en práctica en la política científica del
Gobierno responden a esta lógica. Por ejemplo, a igualdad aproximada de méritos
científicos, y siempre que se supere un umbral de calidad académica, primamos los
grupos de investigación que incorporen más mujeres o que sean liderados por mujeres. Y
a igualdad aproximada de requisitos académicos, preferimos comisiones paritarias, o al
menos proporcionales, para intervenir en los procesos de selección y evaluación de
personal académico.

Hay algunas críticas a esta forma de proceder, aunque creo que no están exentas de
cierta hipocresía. Por ejemplo, si asignamos cinco puntos sobre 100 a los criterios de
discriminación positiva de género en la evaluación de proyectos científicos, eso
implica que de dos proyectos con puntuación casi igual (4% de diferencia, por ejemplo)
saldría primado el que fuera beneficiado por el criterio de discriminación positiva (en
un 5%). Y aquí viene el escándalo: un punto fatídico (5 - 4 = 1) puede inclinar la
balanza a favor de las mujeres y en contra de la excelencia científica. Se podría
admitir este argumento... Sólo que la variabilidad estadística de las puntuaciones con
las que se evalúan proyectos científicos es seguramente bastante mayor que el 5%. Así
que, sí es cierto: la discriminación a favor de la mujer "viola" los criterios de
excelencia... en un margen inferior al error estadístico esperable. Sin duda habría
sido mucho mejor deshacer el empate echando una moneda al aire. Pero no sé por qué.

Esperamos con total confianza que el resultado de estas políticas no sólo va a ser un
sistema científico más igualitario y más justo, sino también -y sobre todo, en este
caso- más eficiente: nos permitirá incorporar a la aventura científica seguramente a
la mitad, al menos, de los "cerebros" más brillantes de la especie humana, los de las
mujeres.

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